PRIMO VIAJERO
A Pepe Páez
Sabía que tendrías que volver... lo sabía. Me has tenido engañada durante todos estos años haciéndome creer que habías muerto, pero yo estaba segura que andabas de viaje, un viaje de esos tuyos a los que nos tenías acostumbrados, con rumbo desconocido, sin maletas y sin pasaje. Pero ya has vuelto... por fin... lo sabía... Lo decían cada día tus compañeros de fábrica, la gente que esperaba en la cola del autobus, lo decía esta brisa de mar y caracolas que sólo nos llega de tarde en tarde, cuando las montañas se achican y dejan pasar su corriente de sal y corales. Lo decía esa alegría tuya, encubridora de un gran secreto, que dejaste impregnada en todos los rincones de la ciudad. Y yo lo decía, lo decía a todas horas, hasta en los días festivos o en las tardes de lluvia. Sabía que tendrías que volver aunque sólo fuera para marcharte de nuevo. Esta ausencia no iba a ser la definitiva, tú no harías estas cosas, irte así, sin regar los geranios, sin lavar las cortinas, sin recoger las sonrisas que vas prestando a diario. Irte así, tan en silencio, tan calladamente pálido. Ibas a volver, yo lo sabía. He encendido el brasero, he preparado chocolate y bizcochos (desde que te fuiste ya nadie merendaba) y me he sentado a esperarte. Esta ronca tormenta de primavera nos ha traido una lluvia de sal y yo sabía que vendrías con ella.
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