SANTIAGO SOLANO
TRAS LOS CRISTALES
En aquella escuela se pensaba poco y se memorizaba mucho. Don Alejandro entonaba los nombres de la larga lista con una voz tan diva que hacía vibrar el aire otoñal en la tarde. A mí se me escurrían los extraños nombres hasta la canasta de la ropa sucia.
La fecha del descubrimiento de América y el evangelio alumbraban el mundo. Y no era cierto que hubiera niños muertos en las honduras de la montaña, bajo toneladas de carbón. Aquello era sólo el eco lejano de las canciones esculpidas por los bárbaros huelguistas.
A mí la memoria me fallaba mucho, no en vano mi padre era un pobre minero.
Santiago Solano de su libro "Tratado de la belleza moribunda"
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