NO SOPORTO EL VERANO
Pues sí, Costramari, he de confesarlo y así lo hago: no soporto el verano, no lo he soportado nunca y ahora, con la edad se me vuelve, todavía, más insoportable. Es cierto que, posiblemente, debe ser penoso no haber desarrollado el gen de la diversión vacía, de la tumbona rescatada a bocado limpio y del hambre de mortadela de olivas rebozada en la arena mediterránea. Es triste, lo confieso, no haber alimentado la célula madre del turismo momentáneo, del ligoteo de playa sobre un tanga de leopardo o del mojito aguado con tintorro de la pura cepa especulativa. Quizás debería haber acudido al psicólogo hace años cuando me di cuenta que las sombrillas a rallas no forman parte del paisaje, ni los alemanes ’acangrejados’ los trae la marea de poniente desde los fiordos del este. Igual, entonces, aún hubiera estado sensible a la curación y al disfrute de este agosto empeñado en mostrarme playas donde la gente se amontona en pos de una alegría a la que yo sigo sin encontrarle goce alguno. Una pastillita contra el sopor y la desgana, media cucharada de jarabe para sanar la infértil sudoración o una vacuna para entender este estado pletóricamente indefenso que nos hace buscar el alivio de una tormenta inexistente. Lo único bueno del verano, y estarás conmigo, son las vacaciones y si encima no las tienes ¿me quieres decir que ventajas tiene este ’desparaíso ambiental’, esta agónica selva de temperaturas sin remedio?... Que sí, Costramari, que a ti los pareos te taparan lo tuyo pero donde haya un paraguas que se quite una palmera por muchos dátiles que ofrezca.
2 comentarios
Capitán garfio -
Juana -
Un saludo