SÁBADO SABADETE...
Que el sábado tiene un componente erótico importante, lo sabe todo el mundo, no sólo por la recurrente frase si no porque, parece ser que la libido, ese día en concreto, se desata con mayor potencia. Por supuesto que no hay estudios científicos que lo confirmen o lo desmientan pero a mí, que me gusta experimentar por mi cuenta en la total libertad de mi ignorancia, saco mis propias conclusiones cuando me apetece y me viene en gana, que para eso una tiene tiempo libre suficiente para sacar sus propias estadisticas sobre el mundo en el que le ha tocado vivir. Pues bien, este pasado sábado, además tuve el enorme gozo, el placer, el éxtasis multitudinario y, casi generalizado, de asistir a dos actos en los que el componente principal era el sexo. Aunque pudiera resultar que las seis de la tarde era una hora un tanto temprana para ciertas prácticas, lo realmente verdadero es que para la erótica y la poesía no existe el encarcelamiento del tiempo (afortunadamente). La voz de Clarisa, su lengua, sus manos volando por la atmósfera cálida de una sílaba díscola, el susurro de una guitarra, quebrando el espacio donde los cuerpos se acercan, la rima imperfeta de la caricia, el pozo en el gemido, el agua brotando como manantiales de láctea luz. "Cálidos versos" fue una orgía de vida compartida en el ilimitado espacio de los sentidos. Sólo por estos actos de desmesurada generosidad, como en el amor verdadero, merece la pena haber parido pequeños poemas con los que inventar nuevos idiomas de prohibidos senderos. Gracias, hermana mía, por encontrarte el punto G en la libertad de tu memoria. Para entonces la hoguera ya ardía en combustiones tan líricas y dulces como una pira de primitivas deidades. Y, para continuar el periplo de cárnicos horizontes, nos fuimos a un hotel, a un hotel en el teatro, a un teatro hecho vida en un hotel. "Te espero abajo", arriba, a un lado... Detrás de cada puerta un encuentro, una distancia, una tímida cercanía que brotaba, con salvaje realidad, donde los cuerpos temblaban en el más puro deseo humano. Ante hermosura tan grande, ataviada de temblores en los más primitivos abrazos, una sólo desea perderse en la lengua de su amante para volver a reinvertar la vida, para volver a ser expulsados de todos los paraísos.
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Clarisa -