BENDITO OTOÑO
Ya nos llega el otoño, Rosarito. Yo sé que a ti no te gusta mucho esto de que se alarguen las mangas y se acorten los días. Lo sé porque tú eres hembra de verano, de escotes amplios como bahías de nenúfares y canalillos alegres donde las miradas se cuelgan como racimos de uvas dispuestas para el vino. Toda inmensa eres un escaparate de luz temprana, ofreciendo la lustrosidad de unas carnes prietas y dispuestas para el hambre. Tú, que eres de risa inquieta y humor grácil, disfrutas con la alegría superficial y profana de los días veraniegos, esa efervescencia polifacética, la sorpresa salina de los mares inventados y esos días que, eternizándose, se despliegan en noctámbulos deseos que se infiltran, como la arena, por entre la memoria del olvido. Pero en cambio yo, ya me conoces, soy adicta a las melancolías profundas, a los árboles desarropados y a los ocres que tiñen las avenidas inmersas en el silencio. Yo soy de abrigo y cuello alto, prefiero la lana en los pies que la desnudez de las sandalias, el café caliente de las tardes a los insomnes helados de vainilla. A todo ésto añadimos que mis carnes van perdiendo, a medida que se cumple el calendario, la lustrosa rigidez del ímpetu recién estrenado. Ya ves, para algunas la vida nos pasa imprimiendo sus huellas con plomo certero y para otras, como tú, sólo os surca un rumor de arcángeles con el grácil vuelo de una mariposa. No me extraña, no me quejo. Tú sabes, Rosarito, que a menudo las lágrimas me sorprenden en mitad de un sueño, que me olvido de regar las entrañables amapolas de la esperanza o que, por descuido, dejo de sofreir la benevolente madreperla. Suelo ser más generosa en pozos que altruista entre las fuentes. Si me buscas, andaré por aquí: asomada a la ventana donde se desenamora el aire, escapándome del humo donde se engendra la acacia o tejiendo soledades en mitad de un huerto de magnolias. Siempre habrá un cuenco de castañas asadas, una palabra prendida en el hogar encendido, una ilusión sin vencer tiritando en el ocaso. Si vienes, Rosarito, no te olvides de traerte los iris esculpidos de luz. Llámame antes, ya sabes que detesto que me pillen de improviso enhebrándo atardeceres sobre un tímido horizonte de hojas desgastadas por el viento.
4 comentarios
cabalayka -
annabel -
Para mí el verano, desde luego, porque representa el goce de los sentidos.
capitan garfio -
Alex -
Saludos.