CUANDO LOS NIÑOS ENFERMAN
Cuando los niños se ponen enfermos el mundo se te viene abajo, se te acorta el ánimo y mengua la sonrisa como si hubiera encogido hasta la invisibilidad de un átomo de oxígeno. Da igual que afuera ya anden reventando las margaritas y los gladiolos o que, por un día, el cielo gris nos haya dado una tregua para que el sol se muestre liberado y desnudo. No importa que el horizonte se pueble de lascivos almendros que gozosamente te invitan a una bacanal de florales frutas nuevas. Es como si su dolor, multiplicado por mil, te doliera en el costado con la lanza del suspiro febril e incomprensible; como si ese silencio, tras la algarabía del día a día, te sonara al arcano pozo de los ecos miméticos que retumban con su nada en los tímpanos cristalinos y es como si el universo entero se vertiera en cascadas de angustiosa impotencia, de enigmáticas noches centenarias donde la vida se abre paso, lastimosamente, en las socorridas avenidas de la supervivencia. Cuando los niños se ponen enfermos el mundo entero yace con la fiebre ignota de los paisajes yermos.
2 comentarios
Sacra -
Gracias por este reconfortante abrazo.
Juana -