DE HOMBRES Y DE MONTAÑAS
A Juan Manuel Maestre
A los montañeros se les pone cara de romero al llegar el mediodía
por eso, en el ocaso de las ciudades, buscan la sombra del cantueso,
la ingenua algarabía de la manzanilla,
el tímido contoneo de la albahaca enamorada.
El mundo reconoce sus huellas y su nombre
aunque huyen de los apellidos sellados en orlas de plata.
Saben más de lo que dicen y rezan menos de lo que inventan
por eso, las mochilas supuran esos enigmas ancestrales de verdades ocultas.
Poseen la estatura de la altitud que coronan
y sus botas guardan el barro primigenio que vio nacer al hombre,
sacerdotes del aire libre,
fulgurantes chamanes del horizonte,
lamas infinitos de soledades compartidas.
Quien los vio, en las madrugadas de la vida, encumbrándose a la luz de la esperanza
sabe de la generosidad que remansan sus cándidas pisadas
que allá donde posan los iris
brotan calcáreos amuletos de eternidad ilimitada.
2 comentarios
Bego -
Laura -
Me ha encantado hablar antes contigo!
Un besazo