DESAMORES Y GUERRAS A PARTES IGUALES
Descolgué el teléfono después de atravesar una avenida de sauces miméticos y paisajes oscuros como túneles de lluvia.
"¿Cómo estás?", me increpó dulcemente mientras horadaba, con su escalpelo de luz, en mi marchito corazón recién descosido.
"Acabo de darme el último bocado en la vena que desciende hacia el sur de la esperanza", le contesté, sabiendo que a él nunca le interesaron mis ingeniosos versos de gourmet suicida.
"Sólo quería decirte que todavía te amo", aulló frenético como un guión para actores muertos.
"Yo tampoco" y colgué, con la seguridad de haber ganado la última batalla. Ahora sólo tocaba rearmarse para la guerra final.