Blogia
SUPERVIVENCIA EMOCIONAL

COTIDIANA ETERNIDAD

LA SEMANA SANTA Y SUS PENITENCIAS

LA SEMANA SANTA Y SUS PENITENCIAS

Enciendo una vela. La torrija con bastante azúcar mucho mejor. Tengo que plancharle el dobladillo al hábito. Pongo a remojo el bacalao. "Padre nuestro que estás en el...". Niño, apaga la radio que hoy no se canta. Esto es mucho capirote para tan poca cabeza. Hoy la paella de marisco y con poco, que también son hijos del Señor. ¿La leche es animal?...mejor la tomo de soja. "Dios te salve María llena eres de...". Esta noche me pongo en zapatillas, total ni se me ve la cara ni los pies. Enciendo otra vela. La despensa huele a toña y pan quemado. Que sí, criatura, que el pollo también es carne. ¿Dónde habré escondido el cilicio? La tele tampoco que aunque estén haciendo "Marcelino pan y vino" en los anuncios sale mucha tentación. Tengo que hablar con la cofradía, el color del hábito no favorece nada. Garbanzos sí se puede. "Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima..." ¡Qué ganas tengo que resucite para comerme un filetón de buey aunque sea muy hecho!

CUIDADO CON LA PRIMAVERA

CUIDADO CON LA PRIMAVERA

Pues sí, Maricarol, la primavera ya está aquí y ¿son?... muchas, unas cuantas, todavía pocas o suficientes como para seguir enseñando el escote sin vergüenza y con el mínimo recato de los pueriles descubrimientos. Más que acortarme la falda me mengua la pereza, salgo del caparazón de la hibernación y me desperezo entre amapolas y dejo que el tibio sol de marzo me ponga rimmel de almendro en las pestañas entumecidas por el sopor del frío. Es la primavera y su caótico latido, su histérica floración que profana el gris de las avenidas desiertas, su edulcorada sonrisa de diosa germinadora más allá del deseo por los pozos, por las puertas cerradas, por la lacónica soledad de las casas vacías, sin gente y sin semilla. Es la primavera, Maricarol, que, como diría el poeta: "cuando la sangre se altera, cuidado con los besos y las macetas, que los versos y los hijos vienen solos"...

REFLEXIONES DISPERSAS EN UN MARZO LLUVIOSO

REFLEXIONES DISPERSAS EN UN MARZO LLUVIOSO

La primavera ha entrado con lluvia y ahora marzo danza una acuática melodía de asfalto enamorado que busca el cauce por donde retomar avenidas grises de esperanza olvidada. Más allá del horizonte plagado de cimas azules, el océano se extiende sobre viajes imposibles entre veleros quebradizos como algodón de azúcar. Es el milagro de la añoranza que todo lo rememora como si alguna vez hubiera sido cierto el holocausto de la esperanza, como si, en otro tiempo, la felicidad hubiera convivido con el ser humano, agazapada en sus bolsillos de caóticos harapos. Es mirar con los ojos hacia la espalda del deseo para negarse, una vez más, la eterna condición de libertades frutales que nos regaló el viento en su primera embestida lírica. Es esperar, eternamente, a que alguien venga a bordarnos en el reverso de las sábanas y en las esquinas de las pupilas, las iniciales ambarinas de nuestro nombre primero, para así ser quienes no somos y demostrar que, con ello, nos merecemos la deseada tristeza de los mártires.

LA BENDICIÓN DE LA RESACA

LA BENDICIÓN DE LA RESACA

Pues sí, Antonio, que una ya no está para estos trotes etílicos ni estos vaivenes ergonómicos, que por más que una lo intente ya no tenemos el hígado de los veinte ni la cadera de los veintitrés, ni siquiera la resistencia mental de los treinta. Debe ser la memoria que, de tan rebosante de historias maravillosas, no nos deja un hueco para la conversación pausada y plácida, para entender tanta interrogante de tanto vacío sentimental y humano que gira por este mundo que nos cobija. No es la cerveza, es la estupidez del hombre que camina de espaldas a su condición inteligente y amatoria, a su eternidad de luz creativa y luminosa, de su esencia empíricamente mágica. Pero ¿qué te voy a contar yo si cada día debes luchar a brazo partido con un batallón de descorazonados indigentes de la esperanza?... Diremos como aquel poeta que murió de una indigestión de alegría: "Que me sirvan otra copa más que para mañana puede ser demasiado pronto".

LA NOCHEVIEJA Y SUS SUPERSTICIONES

LA NOCHEVIEJA Y SUS SUPERSTICIONES

Son demasiadas cosas de las que me tengo que acordar en una noche así, Maritú, y una ya no está ni para estos trotes ni para estas alergias interplanetarias de tanta tradición y superstición, bastante tengo con irme a comprar las uvas (a cien mil por grano) como para acordarme si el refajo lo llevo rojo o los calcetines del revés. Esto de las manías es sólo para los amantes del dinero o para los desocupados de la razón y del abrazo. Que si el anillo en la copa, que si la copa de cava, que si el cava que nunca se acaba, que si el pie derecho al levantarse de la silla, un lazo rojo para atar las uvas (más o menos igual que el que luces en la ropa interior), que las perlas por aquello del glamour y las lentejuelas por lo otro de impresionar a la familia política. Ahora cálzate los taconazos de super-diva después de llevar un año andando con las chanclas de la playa (si refresca con calcetines, por supuesto)... Es que no puede ser, Maritú, con razón el año nos va mal, si es que cogemos las tradiciones al revés... ¿por qué cava si a mí lo que me va es el anisete del mono?... ¿cómo brinda mi prima Maricar si es soltera y sólo lleva oro en la muela del juicio?... ¿qué hace la abuela, con 120 años, calzando unos Paco Herrero de cocodrilo con una plataforma de 20 centímetros de alto?... y, por Dios, ¿por dónde le meto a mi santo marido el tanga rojo con sus espumillones multicolores que anuncias salpullidos allá donde los mires?... Mejor nos quedamos como estamos: el guatiné de flores, los calcetines de lana y la camiseta de felpa, que para sufrir ya vendrá la cuesta: la de enero, la de febrero, la de marzo....

HACERSE VIEJO

HACERSE VIEJO

Pues sí, Maripichón, últimamente me cuesta mucho escribir. Las reglas se me vienen cuesta arriba (las ortográficas y las otras) y ya voy perdiendo inspiración como si, en cada sílaba, me costara encontrar la raíz ignota del suspiro, el fonema crepuscular del abrazo o la diéresis simplista del aliento. Son muchas las preguntas y pocas las respuestas, demasiados acertijos para un corazón que, a veces, se cansa de latir de forma tan desaforada. Tanto escribir para llegar al mismo sitio: a la nada de un papel en blanco que, seguirá siendo virgen, sin los ojos del lector que los aliente. Que no, que no es cuestión de desánimo, es más bien azote de realidad, esa verdad que se nos cuela, como una culebrilla venenosa, por las arterías descreídas de nuestra alma. Y es que, además, este otoño me está siendo especialmente seco, tristemente dañino, absurdo e ilógico como hacía tiempo que no me sucedía. ¿A ver si va a resultar que hacerse viejo es ésto?...

LO RECONOZCO... SOY POLIADICTA

LO RECONOZCO... SOY POLIADICTA

Es verdad que a mí me hubiera encantado ser perfecta, 90-60-90, un coeficiente intelectual de 300 y unas rentas familiares, entre herencias y magreos varios, que superaran la crisis con una amplia sonrisa de mujer triunfadora, divina volátil, ajena a la conciencia generalizada del estiércol y la tristeza. Quizás mi vida sería más fácil... ¿o no?... Sería distinta y, seguramente, ya no me llamaría como me llamo... ¡qué pena!... Por eso, para intentar rellenar algunos poros afectivos, estirar esas patas de gallo galopantes o esta piel de anaranjados paraísos, a falta de siliconas, colágenos o presupuesto suficiente para visitar clínicas especializadas en bellezas momentáneas, yo me vuelvo poliadicta ya que una voluntad anárquica como yo, debe convertirse en el icono de una revolución mínima y diaria que me convierta en la Marianita Pineda de las amas de casa. Adicta al delantal y a las lentejas con chorizo, a las bombillas de bajo consumo y a las cestas de mimbre, a bordar versos en los dobladillos de las cortinas con lentejuelas celestes y a escribir nombres soñados en los cristales donde la lluvia canta sinfonías de otros mundos. Igual un día de estos tengo que ir a que me lo vean, al estomatólogo que cura con manzanas agrias o al cura de una religión castradora, como todas, que me haga un exorcismo para extirparme de raíz esta felicidad que me habita y me devora. No sé, quizás algún día vaya...algún día... cuando me muera y me reencarne en orondas cerezas.

EL DESEO, LA NECESIDAD, LA ENVIDIA... EL DILEMA DE SER

EL DESEO, LA NECESIDAD, LA ENVIDIA... EL DILEMA DE SER

Seguramente todos nos merecemos un trabajo mejor pagado, la novia más guapa y más alta, un reloj más exacto y más caro o unos pantalones con más purpurina y menos cintura. Todos nos merecemos un coche con el retrovisor tuneado de esperanza, unas sandalias con el tacón justo para besar a un Adonis cualquiera o ese collar que engarce el diamante de Liz Taylor sobre un oro fecundado de perfecta elegancia.

Merecer y tener... Desear y esperar... Disfrutar sobre el llanto o penar eternamente sobre la nostalgia de lo nunca conseguido... El deseo es una fuente inagotable que mana dilapidarios sinsabores -y la envidia siempre planeando caricias furtivas, como los cuervos, sobre los campos de trigo y esperanza-.

Antes de desear, quizás, hay que pensar y poner nombre a nuestros deseos y bolsillos, a nuestras necesidades y debilidades, a la sed de los demás, a los olvidos permanentes o las excusas recurrentes, a las neuras inventadas y las otras redimidas. Hay que mirarse el ombligo y las nalgas y ser o no ser, con la dramaturgia justa, en función de la calavera que nos tiemble entre las manos.

 

LOS SECRETOS Y EL MUNDO

LOS SECRETOS Y EL MUNDO

Es el mundo de los secretos, Marichis, el que mueve el universo, explosiona en la Vía Láctea y crea los planetas, propiamente dichos, con sus idiosincrasias propias, particulares e intransferibles. Vamos, que es como la personalidad o ese aroma corporal característico que nos identifica más allá del DNI. Y no es porque crea que la astronomía es en sí misma guarda muchos secretos -que para mí los tiene incluso en el enchufe del telescopio-, si no porque el ser humano, como parte de esa orbe inmensa e inalcanzable no es nada ni nadie sin los secretos. Aquella vez que metimos la mano donde no debíamos, esa otra que nos contaron una alegría incomprensible al labio humano o tantas veces que resguardamos de la lluvia esos silencios inmensos como túneles de olvido. Y es que yo sé muchos secretos de los que importan, de los que si fueran descubiertos un nuevo cataclismo podría desolar la faz de mi persona que es, al fin y al cabo, todo mi universo de emociones fugaces y contradictorias. Soy mitad portera y mitad poeta, por eso bajo la basura leyendo a Benedetti. Me gusta conservar secretos, ordenarlos primorosamente entre las sábanas con olor a lavanda, apilarlos entre las conservas de tomate y las latas de sardina en oferta, dejar que se maceren, día a día, con ese aroma a eternidad y nobleza sabiendo que, mientras yo los cuide, siempre estarán como recién horneados para que, cualquier día, el menos pensado, se echen a volar como inauditos pájaros de amistad floreciente. Sí, ya lo sé, soy así de rarita, pero no se lo digas a nadie, esta temporada tengo la alacena llena y no me quedan más confidencias que guardar aunque, pensándolo bien, creo que voy a ampliar mi casa.

AMO LA LLUVIA

AMO LA LLUVIA

Amo la lluvia. La mansa cortina que cae, liviana y dulce, sobre el estrépito del mundo que anda sediento de paz líquida, de paz táctil, de paz azul, transparente y estática. Abrir paraguas hacia la ambigüedad de los brazos que ya se inventan alas entre las aterciopeladas rutas del asfalto y caminar con la prisa justa y el hambre ceñida a la cintura recién regresada de los envites del destino.

Amo la lluvia tanto como hacer el amor a espaldas del mundo. Como dar besos sin apellidos ni ojos. Como escribir versos mientras lanzo besos haciendo el amor. Como una catarata de perdones irrevocables veo derramarse el paraíso, gota a gota, mientras vamos mordiendo manzanas y labios para este tránsito de acuáticos encuentros.

EL VERDUGO, EL TEATRO Y LA DIFICULTAD DE SER DIOS

EL VERDUGO, EL TEATRO Y LA DIFICULTAD DE SER DIOS

         A mis queridos Mao y Jairo

Señoras y señores, público asistente, críticos ausentes, amantes y vírgenes: hago constar que la tarea de verdugo, tan denostada últimamente, es una de las más difíciles e infravaloradas de las que existen en el panorama laboral. (Ya nos lo avisó San Pepe Isbert, auspiciado por la inspiración divina del supremo Luis García Berlanga.) Pero la tarea se complica mucho más si se trata de cortar los cuellos imaginarios del esfuerzo y la voluntad, de la entrega, más o menos, pasional sobre el entarimado de un teatro cualquiera. Guillotinar ese gesto fuera de contexto, inocular esa mezcla mortífera ante un soporífero guión digno del más paranoico de los dramaturgos, sentar en la silla eléctrica al vacío de las palabras que se quedan colgadas y ahorcadas por una sala pletórica de bostezos y prisa. ¿Cómo conseguir que seis ojos abanderen una sola verdad frente a esa ilusión, esa entrega, ese largo viaje de emociones y esperanza? Desde aquí quiero pediros perdón, dejadme que llore como el cocodrilo que va soltando lágrimas a la par que devora a su víctima, el cadalso ya está preparado, muchos fueron los llamados pero pocos los elegidos. ¡Qué difícil es repartir justicia! ¡Qué difícil resulta ser Dios, a veces!

NO ESTOY LOCA... SOY MADRE

NO ESTOY LOCA... SOY MADRE

Yo nunca pensé que pasaría un lunes distendido, patronal y festivalero acudiendo a según que conciertos. Respetando gustos, simpatías y afinidades hormonales varias, salir de tu casa a la una de la madrugada para irte a comer tierra y empujones puede ser divertido en la medida de la calidad artística que ofrezca el intérprete. Yo nunca hubiera elegido esta actuación, no por nada, si no porque para llorar o flagelarme con amores imposibles ya tengo las telenovelas de las cuatro en la primera. A mí tanto bolero moderno me adormece, tantos mimitos a lo 'aquí te pillo, aquí te mato' me causan dentera y, cuando se trata de mover cadera, casi me siento peor, ya  no por el reuma, si no por ese descontrol en el movimiento que no obedece órdenes de una cabal o lógica coreografía. Yo quiero que la música me haga vibrar, me emocione, me flagele la memoria o me azote en lo más íntimo de mis neuronas más lúcidas. Anoche todo el mundo pensaba que andaba perdiendo la cabeza, hasta buscaron a un psiquiatra de guardia o un sacerdote de los de exorcismo titulado... No estoy loca... soy madre, y cuando eres madre comes huevos y bailas a Bustamante como la primera... ¡Qué cosas nos regala el tiempo, que nos desmonta el buen gusto en un santiamén!

LA NORMALIDAD

LA NORMALIDAD

Ya hemos vuelto a la normalidad pero... ¿qué es lo normal?, ¿acaso pasarse diez horas en una minúscula oficina manejando dinero virtual que nunca verá tu bolsillo?... ¿es preparar comidas y cenas que nadie come por miedo a la dieta o a los rollizos pliegues instalados en la cadera?... ¿es escribir versos que nunca se leen, que jamás se escuchan y que acaban agonizando en las papeleras justo a las peladuras del plátano?... Quizás la normalidad sea eso: la costumbre, el tedio, el silencio, la leche con galletas por la mañana, el "jesusito de mi vida" antes de dormir, la lavadora nunca a media carga, el programa del corazón a la hora de la siesta. Ya hemos vuelto a la normalidad y ahora sólo nos queda seguir soñando con que dentro de once meses volvamos a regalarnos la absurda aventura de agonizar por las playas en busca de un  hueco libre donde clavar la sombrilla.

LOS ROÑOSOS

LOS ROÑOSOS

Los roñosos se expanden y habitan las familias como virus infectos y adiposos. Reniegan del apellido como del bolsillo y se instalan en los convites con hambre de siglos y voracidad de leones. Renuncian a las bondades de la generosidad y ahuyentan favores con la magia negra del olvido. Conocen todas las mesas, tutean a todos los comensales pero todos ignoran el paladar raquítico de sus inexistentes ollas. Son esos roñosos que enturbian nuestro árbol genealógico. Hermanos, tíos, primos, seres consanguíneos o fugaces vástagos de una noche enfebrecida y mística. Son los que te besan en torno a una paella mientras se ponen a buen recaudo los vivaces langostinos. Devotos de Santa Rita, viven en lugares sin domicilio y te hablan de invitaciones que nunca llegan a ser ciertas. Son los que se beben tu vino mientras engendran en su bodega una telaraña de miseria que se ha de llevar la muerte colgada en su guadaña. A pesar de conocerlos por la torpeza de su saliva, quizás por lástima o por costumbre hospitalaria, todavía les abres la puerta esperando que algún día encuentren la vergüenza y no vuelvan.

EL VERANO DE LA SIRENA

EL VERANO DE LA SIRENA

¡Qué cansancio de veranos que se va a llevar el sopor de la siesta entre los ayes interminables de dietas incumplidas!

Si es que cuando me pongo poeta hasta la celulitis se me alegra y la grasa se acomoda en su fina masa muscular.

¿Qué esperabas, oh Adonis, hijo de Neptuno enfurecido, una sílfide sirena? (ya me estoy haciendo un lío con la mitología)

¿Qué esperabas si ya empiezo a ser ballena y, además, devota de Santa Rita Rita que "kilo que te da como que ya no te lo quita"?

Es lo que tiene ser hija de los que educó Franco sin pan, que en cuanto tuvieron para cien gramos de chorizo nos ofrecieron el cerdo entero para evitarnos el sufrimiento hambruno que ellos tuvieron que padecer.

¡Oh excusas patéticas de un primer mundo desbordado de gramos díscolos, lípidos insostenibles, oleosas magnitudes bajo epidermis enamoradas!

Mañana mismo me pongo a dieta.

Imagen:  FERNANDO BOTERO  "Bañistas"

NO SOPORTO EL VERANO

NO SOPORTO EL VERANO

Pues sí, Costramari, he de confesarlo y así lo hago: no soporto el verano, no lo he soportado nunca y ahora, con la edad se me vuelve, todavía, más insoportable. Es cierto que, posiblemente, debe ser penoso no haber desarrollado el gen de la diversión vacía, de la tumbona rescatada a bocado limpio y del hambre de mortadela de olivas rebozada en la arena mediterránea. Es triste, lo confieso, no haber alimentado la célula madre del turismo momentáneo, del ligoteo de playa sobre un tanga de leopardo o del mojito aguado con tintorro de la pura cepa especulativa. Quizás debería haber acudido al psicólogo hace años cuando me di cuenta que las sombrillas a rallas no forman parte del paisaje, ni los alemanes ’acangrejados’ los trae la marea de poniente desde los fiordos del este. Igual, entonces, aún hubiera estado sensible a la curación y al disfrute de este agosto empeñado en mostrarme playas donde la gente se amontona en pos de una alegría a la que yo sigo sin encontrarle goce alguno. Una pastillita contra el sopor y la desgana, media cucharada de jarabe para sanar la infértil sudoración o una vacuna para entender este estado pletóricamente indefenso que nos hace buscar el alivio de una tormenta inexistente. Lo único bueno del verano, y estarás conmigo, son las vacaciones y si encima no las tienes ¿me quieres decir que ventajas tiene este ’desparaíso ambiental’, esta agónica selva de temperaturas sin remedio?... Que sí, Costramari, que a ti los pareos te taparan lo tuyo pero donde haya un paraguas que se quite una palmera por muchos dátiles que ofrezca.

DESCORAZONADA

DESCORAZONADA

Yo no quisiera desarraigarme así, tan descorazonada, me he prometido que voy a ser más moderada de pensamiento, palabra y obra y a ver si ya me voy ganando un hueco en los palaciegos rincones del perfecto paraíso,que una ya va cumpliendo años y las canas se le asoman y los años se le agolpan en almanaques miméticos con los festivos borrados de tanto desearlos. Llegado a este momento me he prometido ser más paciente en la creación, menos impulsiva en el abrazo y moderadamente permisiva en el latido y la zozobra. Vamos que, voy a ver si me hago un lifting de las pasiones varias y me injerto colágeno entre la alegría y la desgana por la risa. Tanto es así que, seguramente, tendré que cambiarme de nombre como lo hago con el color del pelo cada vez que el bolsillo me lo permite. Y es que hay momentos en los que una se cansa de ser como es, de amar como ama, de pensar como piensa y de ir, siempre, eternamente, contra corriente. Yo creía que había nacido mujer pero, resulta que con el tiempo, me he dado cuenta que nací salmón y todavía no he terminado de acostumbrarme a mis numerosas espinas ni a los vivaces anzuelos que me ofrecen los oropeles de la hiel entre salvaciones eternas. Debe ser esta humedad de inclementes paisajes, estos orillados enigmas que a menudo se esconden tras las ruinas del dinero, esta sed de bucólicas soledades que me persigue en su eternidad de grisáceas auroras y esperanzadores abismos. Es este tiempo de neuróticas indecisiones, de carismáticas mentiras, de glorificados altares sobre vellocinos de hojalata... Es este tiempo sin nombre, sin historia, sin fe y sin infancia... Es este tiempo y este yo que no se permite cerrar los ojos a pesar de tanta lágrima.

LA VIDA Y SUS SILENCIOS

LA VIDA Y SUS SILENCIOS

A veces la vida tiene estos silencios, estos paréntesis donde las horas se quedan pétreas en un cabalgar siniestro hacia la soledad infinita del fin. Es como intentar cazar el soplo de un oxígeno azul, indefinidamente transparente, virtual y descarnado. Es el éxtasis del cambio o la certeza de que todo, a pesar de todo, sigue igual.

La vida tiene, a menudo, estos desplantes; estas sorpresas atronadoras de vacíos, estos iracundos vaivenes de nostalgia desmedida y esta paz inaudita que recorre los caminos inhóspitos del futuro. Es la sed entre la carne temblorosa de la convivencia, entre el purpúreo enamoramiento del latido un día más.

Pero siempre, tras la pausa, como tras la calma, viene otra tormenta, otra batalla, otro despliegue de esperanzadora victoria sobre la herida remota de la vida infinita.

LA CRISIS

LA CRISIS

Pues sí, Maripiti, esto de la crisis nos está poniendo del revés las expectativas laborales. Tal es la necesidad que tenemos de trabajo que nos estamos convirtiendo en verdaderos intrusos en profesiones que, casi, ni siquiera sabíamos que existían. Y, si no, mírame a mí: puntual informadora de la cultura en televisión, reportera-bloguera del mundo rosa o novata-experta en embarazos y lactancias varias. De repente he dejado de ser la anónima ’escribidora de versos’, la ama de casa que plancha a regañadientes o la madre que se pelea con la dificultad de las sumas llevando. Ahora ya soy famosa, es decir, un intrusa. Y es que a mí estas cosas me vienen grande, me hacen llagas como esas costuras inoportunas que tanto nombraba mi abuela, en ciertas partes púdicas e intocables. Por eso quiero pedir perdón y deciros que, efectivamente, ha sido la crisis la que me ha lanzado a este mundo de frenesí y fama inmerecida. Yo me siento como esas mujeres que se van a hacer la calle sin vocación y sin condones en el bolso, sólo por pura necesidad de llenar el bolsillo con algo que alimente la hipoteca y el seguro de los muertos. La crisis, Maripiti, esa puta que nos sirve de excusa para todo.... ¡Qué cosas!

YO TAMBIÉN SOY EMIGRANTE

YO TAMBIÉN SOY EMIGRANTE

¡Qué extraña es la palabra emigrante!... ¿Quién emigra?... ¿quién regresa?... ¿quién se despide en la distancia sobre un papel mojado o una lágrima hueca? ...

¿Es el mismo emigrante Cristiano Ronaldo que el boliviano que hacía pan en Gandía?... ¿vale lo mismo un brazo perdido en la basura que una pierna santificada por el ’dios fútbol’? ... ¿Quién soporta sobre la espalda del mundo la sed y el hambre de los más débiles?...

A veces me detengo a llorar sobre las pateras dormidas que regresan, vacías, a la costa infame del progreso, a la resaca multitudinaria de las leyes ciegas y los palacios vertiginosos crecidos entre el fraude y el dolor de las urnas enquistadas y mohosas.

A veces quisiera emigrar del mundo, de la vida. Tomarme una excedencia para el latido, para los ojos, para este corazón de hastiados vértices e incomprensibles abrazos.

Me detengo a deshilar los pensamientos que vagan desnudos en mitad de las carreteras del hambre, sobre las autopistas de mis venas que trasportan soledad en baldes de añoranza.

Miradme, yo también soy emigrante. Yo también vengo de un mundo ajeno y he venido a agonizar aquí, entre la injusticia y la perpetuidad de la tristeza.